El espacio público ya se consolidó como un concepto con prestigio político. El gobierno de la ciudad de Buenos Aires acaba de celebrar durante los días 14 y 15 de mayo las 2º Jornadas Internacionales la Humanización del Espacio Publico. La pregunta retórica y tautológica por la humanización del espacio público no puede dejar de comprenderse como un pedido de iniciativa por el retorno a algún origen, a un estado inicial y básico acerca de la razón de ser de lo público luego de que en apariencia su principal motivo de existencia ha sido olvidado. Para el medio argentino en particular, ese estado es difícil de abarcar plenamente si no se pone en consideración analítica el rol del espacio público y sus alternativas desde la crisis institucional de finales de 2001. Múltiples interpretaciones han llevado a comprender el auge de la expresión como un recipiente conceptual, en función de la diversidad de posicionamientos al respecto. El ciclo se coronó hace pocos años con la elevación del espacio público a la categoría de Ministerio.
La universidad tiene la gran posibilidad de explorar las modalidades de expresión y uso del espacio público desde múltiples escenarios que exceden la especulación proyectual entre cuatro paredes. En gran medida ese debiera ser su compromiso con la ciudadanía. El ciclo de grado, la investigación y la extensión universitaria son piezas que en sus precisos límites pueden dar un valioso aporte a la producción del conocimiento, al debate, a la contribución a través de su mirada crítica de los escenarios futuros y al aporte sobre la interacción con los actores concretos del presente.
Este preciso contexto universitario es en estos momentos el campo propicio para la construcción de alguna formalización política relacionada al tema a partir de un hecho particular que lo toca de muy cerca y que podría servir como alternativa para sembrar modos colectivos de apropiación ciudadana de lo público y lo urbano, como así también constituirse como un ensayo para propuestas renovadoras en la instrumentalización democrática de sus posibilidades tanto en lo relacionado a la gestión como a su conformación física.
El terreno vacante que ocupa la manzana en la que se emplaza la Facultad de Sociología que el rectorado de la Universidad de Buenos Aires en calidad de propietario explota estrictamente como un estacionamiento de vehículos, ha recibido la sana interferencia de un bar que se instaló abriendo una de las paredes que limitan la facultad con el predio vacante como una verdadera necesidad de los alumnos que no cuentan con espacios abiertos propios para el encuentro y la recreación. Este episodio no es otra cosa que la puesta de manifiesto de un derecho insatisfecho. Al margen de ello una idea incipiente que cuenta con el aval institucional de las Facultades ha surgido como una valiosa oportunidad que no se puede desaprovechar: constituir ese espacio como un ámbito público a cielo abierto que permita expandir actividades y expresiones universitarias.
Los centros urbanos como Buenos Aires cuentan con indicadores deficitarios en su cantidad de áreas verdes respecto a lo recomendados por la Organización Mundial de la Salud. El caso de nuestra ciudad cumple sólo el 30 % del valor mínimo que establece el organismo internacional como aceptable. En la ciudad no existen parcelas disponibles tan estratégicamente centrales en la trama urbana como la que se hace referencia. La Universidad de Buenos Aires no depende de un estacionamiento para salvar sus arcas. Su referencialidad y su razón de existencia en el contexto nacional e internacional debieran estar más próximos de convertirla en la promotora de expresiones innovadoras antes que en gestora de mecanismos conservadores relacionados con el lucro personalizado del ciudadano común. Es probable que la misma imaginación que define a un centro de estudios pueda conseguir con la definición de ciertos programas de uso la posibilidad de compensar el lucro perdido con la desaparición del estacionamiento.
Resulta de sumo interés comenzar a recorrer las etapas que posibiliten ese objetivo. Para ello deberán ponerse en marcha acciones que puedan establecer los modos más democráticos posibles como para definir sus usos y su fisonomía.
Muy cerca del predio en cuestión se encuentra la obra en construcción de la Facultad de Ciencias Económicas en un espacio vacante anexo que funcionaba también como un estacionamiento. Resulta lógica la ampliación de comodidades de una unidad académica que resulta ser por lejos la más numerosa del país. Lo que no resulta razonable es el desconocimiento del resultado del concurso de anteproyectos organizado por la Universidad de Buenos Aires y de los autores que resultaron ganadores, la soledad y el desamparo institucional al que se han visto sometidos y el silencio cómplice del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo y de la Sociedad Central de Arquitectos que promoviera y respaldara dicha competición.
Si el señalamiento de la humanización nos devuelve a un comienzo. Si desde el inicio de los rituales de la vida urbana no terminamos sin embargo de concentrarnos en las formas de ser con el otro y en los modos de la comunicación, es momento entonces de formular modos eficientes de discutirlos, encontrar las herramientas decisionales más justas e inclusivas y ponerlas en funcionamiento concientes de lo que en sentido amplio significa la naturaleza política de la vida en la ciudad.
a77- Gustavo Diéguez & Lucas Gilardi
El presente escrito fue presentado dentro del seminario dictado por Diego Melero "La recuperación contemporánea de los eslabones perdidos entre la sociedad y el arte", como parte de un conjunto de acciones para gestionar un proceso colectivo participativo de desarrollo de un espacio universitario a cielo abierto, solicitado por la Dirección de la Carrera de la Facultad de Sociología de la Universidad de Buenos Aires.
Buenos Aires, 19 de mayo de 2009
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